Mi historia es una travesía de cambios desde mi infancia: migraciones, cambios de colegio, divorcio de mis padres, y la constante adaptación a nuevas culturas y entornos. Pero fue durante mis estudios universitarios de psicología que mi vida dio un giro inesperado. La pérdida repentina de mi pareja en un accidente de tráfico marcó un antes y un después en mi camino.
A pesar del abrumador dolor, mi autoexigencia y perfeccionismo no me permitieron tomarme el tiempo necesario para procesar ese caos emocional. Me esforcé aún más en mis estudios, decidida a separar mi vida personal de mi carrera profesional.
Al finalizar mis estudios, decidí aventurarme en el emprendimiento, inaugurando mi propia consulta de psicología y lanzándome a otro proyecto diferente. Sin embargo, después de tres años, la crisis económica golpeó uno de mis emprendimientos, llevándome a cerrarlo con deudas financieras.
Mi autoexigencia me impulsó nuevamente a mudarme de ciudad, reinventarme profesionalmente y sumergirme en el mundo corporativo. He trabajado en departamentos de Recursos Humanos de empresas internacionales, buscando constantemente aprender más, asumir más responsabilidades y avanzar en mi carrera.
Paralelamente, enfrenté eventos estresantes como fallecimientos familiares y enfermedades graves de seres queridos. La presión laboral aumentó: correos interminables, agendas llenas y proyectos que parecían multiplicarse sin cesar. Hasta que un día, mi cuerpo colapsó.
Aunque normalicé e ignoré durante mucho tiempo los signos de malestar físico y emocional, mi cuerpo finalmente se rebeló en septiembre de 2020. Vértigos, mareos, nauseas, vómitos, diarrea, y la privación del sueño dieron paso a la ansiedad y, con el tiempo, a ataques de pánico diarios que duraron casi 2 años.
Después de un peregrinaje médico, recibí el diagnóstico de una enfermedad autoinmune: Tiroiditis de Hashimoto, y Síndrome de Sensibilización Central (Fibromialgia y Fatiga Crónica). Esta revelación, aunque aterradora, fue un alivio.
Las investigaciones sitúan al estrés como uno de los factores desencadenante de ambas enfermedades crónicas y ahí fue cuando entendí la gran importancia que tiene la adecuada gestión del estrés y ansiedad.
Inicié un tratamiento médico y psicológico, pero sentí la necesidad de explorar más herramientas. La práctica diaria de mindfulness se convirtió en mi tabla de salvación, ayudándome a gestionar la ansiedad y a cultivar una nueva perspectiva de vida. También adopté otras prácticas como el journaling, escribir y dibujar, que se convirtieron en pilares fundamentales de mi bienestar.
Así nació DiariaMente, mi proyecto personal. Porque descubrí que la salud y el bienestar no son destinos finales, sino procesos que se cultivan día a día.
Mi propósito ahora es compartir estas herramientas, inspirar un cambio desde el amor y la calma, y recordar a todos que merecemos vivir con pausa, compasión y balance.
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